La única vez que he sentido un temblor de tierra fue en
Santiago de Chile, hace casi un año. Recuerdo que escribía estas Philosophiae
Naturalis desde aquel país, maravillado por la bondad de sus gentes y lo
prodigioso de su naturaleza. Cuando comenté si aquel temblor vibrante de los
muebles y las cosas era un terremoto, se sonrieron: “aquello fue un temblor, los terremotos son otra cosa”. Yo, sismólogo
de salón, asocio un concepto y otro con la misma cosa. Ellos no, ellos saben muy
bien de lo que hablan.
Escribí a mis amigos chilenos, apresuradamente, al comienzo
de la semana. Tantos muertos, tantos heridos, tantos destrozos... Necesitaba saber
si estaban bien: ellos, sus familias, sus amigos. Poco a poco van llegando los
mensajes. “No tengo conexión a internet
en casa, ni teléfono fijo, en el laburo
la conexión va y viene, escribo casi telegráficamente. Esto es la nada.”. Recibo
noticias de Chillán, justo al lado del epicentro. Allí, en la Universidad de
Bío-Bío, estuve dando una conferencia y me trataron estupendamente (qué alumnos
tan interesados, qué profesores tan amables y correctos). “Esta región ha sido la más afectada. Tengo amigos muy cercanos
desaparecidos en el tsunami de la localidad de Dichato. ¿Recuerdas la comuna
donde vivía Tania? Fue la zona del epicentro, todo el borde costero ha
desaparecido porque las olas sucesivas posteriores al sismo avanzaron más de un
kilómetro”. Casi no recuerdo a Tania, una funcionaria a quien habían
enviado a ayudar a las familias agricultoras de la zona. No se sabe (aún) nada
de ella. No me imagino cómo ha quedado la zona. Completamente devastada. No
logro visualizar lo que eso significa… “Lo
más terrible se encuentra en Maule y Concepción, están totalmente destruidas,
hay poblados enteros sepultados por el agua, todo totalmente en ruinas, hay
mucha gente desaparecida, hospitales destruidos, no hay agua ni alimentos,
murieron familias enteras y muchas personas perdieron sus casas y cuanto tenían,
la gente que se salvó vive a la intemperie en los cerros, los caminos están
cortados y eso dificulta llevarles ayuda. Es muy triste todo, Javier, es como
un quiebre, no sólo de la tierra, sino también del alma”.
Se levantará Chile, como tantas otras veces, para reconstruir
la matria tajeada. Chillán ya fue refundada en cinco ocasiones, y no ha caído.
Creo, estoy convencido, porque me consuela pensarlo, que en esos lugares
devastados volverá a crecer el espíritu picunche.