viernes, 19 de marzo de 2010

Ni-Ni

Como no veo la televisión, he tardado un poco en saber qué es un Ni-Ni. Ayer leía una noticia en la versión digital de DV sobre la polémica que ha suscitado uno de esos programas que se emiten por cualquier cadena, donde (literalmente) unos chavales simularon para la pequeña pantalla una agresión sexual. Avanzando un poco más en la información escrita se habla de otro programa de televisión donde un individuo (supuestamente famoso) busca pareja, y a quien se critica desde el Instituto de la Mujer por representar a las mujeres como mera mercancía sexual a disposición del varón.
Luego quieren (algunos) que yo vea la tele.
Este tipo de polémicas me parecen baladíes en comparación con la cuestión de fondo: estamos perdiendo el norte. La televisión es el instrumento perfecto para materializar el sueño de los mediocres: que todos seamos vulgar y anodinamente libres, tal y como propugnan (en su versión superficial) el relativismo moderno, para el que todo lo que se cuece es igualmente válido, y este hedonismo a ultranza que ha barrido de un plumazo la vindicación del esfuerzo y la búsqueda de la perfección en nuestro acontecer humano. Ya hace tiempo que vivimos la gran derrota de la inteligencia.
Una sociedad que trabaja sólo para el individualismo, que entrega a sus ciudadanos todos los recursos imaginables para abolir el librepensamiento y ensalzar la molicie, no puede ser una sociedad armoniosa. Por eso nos hemos convertido en tecnológicamente avanzados, e intelectualmente inútiles. El desprecio por la filosofía, la historia, la obcecación en el presente y la total desconfianza hacia el esfuerzo y la generosidad, han labrado el campo donde se prodiga el ocio, después el ocio, y más tarde el ocio. Trabajamos duro (quién puede decir lo contrario) para tragarnos cualquier idiotez que pongan en la tele, salir de marcha todos los fines de semana (sin faltar uno), comprar libros para llenar estantes, e ir olvidando quiénes fueron Shakespeare, Kavafis o Hegel.
Así nos va. Tantos canales de televisión, tanta memez encubierta de falsa libertad, tanto egoísmo y tanto ensalzamiento del individuo, y nos alarmamos porque unos idiotas que alguien convirtió en famosos, agreden sexualmente a una joven frente a las cámaras, por aquello de provocar al público. No son tan idiotas. Saben lo que el público quiere, me temo. Y así, unos y otros, idiotas y público, se van convirtiendo en lo mismo: Ni cultivados, Ni (mucho menos) razonables.