jueves, 12 de febrero de 2009

Tiraré mi MBA a la basura


Estoy cansado de hablar con yuppies que dicen lo que hemos de hacer en Brasil y ni saben dónde queda”. Lo dijo Lula da Silva, el presidente del país de la samba, y no se refería a Tom Cruise. Brasil es ese país del que todos decíamos, a este lado del Atlántico, y algunos al otro lado también, que tenía enormes núcleos de pobreza para luego quedarnos con el ego a salvo.
Yo estoy de acuerdo con él. En realidad, comienzo a estar cada día más de acuerdo con todos aquellos que hasta ahora, por cuestiones que se han convertido en relevantes, decían cosas que parecían irrelevantes. Lula era un exótico, por ejemplo (es lo que pensábamos). Y el otro un indígena demagogo (también lo pensábamos). Y entre pensar unas cosas y adorar otras, como Wall Street o las acciones del Royal Bank of Scotland, nos sobrevino la catástrofe.
El mundo desarrollado venía enseñando a países como Brasil o Chile o Argentina lo que tenían que hacer, y se olvidaba de decir lo que no tenían que hacer. Lo vi por mí mismo. De las muchas cuestiones que me enseñaron en el modesto MBA que cursé, eso del control de los estados y la vigilancia de la responsabilidad bursátil eran chascarrillos con los que uno entretenía los cafés de las pausas. Ese mercado llamado a desarrollar el planeta, aun sin visión planetaria, al final ha quebrado, y de qué manera. Precisamente por falta de responsabilidad y de control. Justo lo que tanto reclamaban Lula y otros como él. Justo las impronunciables palabras que esos tipos con cara de sabios evitaban decir en periódicos, blogs o los realities de las televisiones.
Y al final, qué. Recesión en Estados Unidos y en Europa. En España, como en otros países, el Estado ha de asumir inversiones y planes de reactivación y no sé cuántas otras gaitas. Gaitas que tendremos que pagar en forma de impuestos desde el día de hoy hasta el día en que nos muramos. Le han dado o prestado, mejor dicho, le hemos dado o prestado miles de millones de euros a bancos, cajas de ahorros, ayuntamientos, comunidades, empresas del automóvil y otros actores importantes de esta proverbial película coral de la economía. Y ese dinero sale de donde sale. Por cierto, a lo mejor a usted, como a mí, la declaración de la renta última le quedó negativa, y Hacienda todavía no se lo ha querido devolver.
Pintan bastos. Y para colmo, pese a lo que dije la semana pasada, con enfadarse no se logra nada. Ya sé que me contradigo, pero estoy en mi derecho. Además, tengo la pena enorme, grandísima, de saber que hemos sido los países ricos quienes nos hemos inventado eso del libre comercio, la falta de controles estatales y los MBAs de lujo donde jamás se habló de ética o de justicia o de solidaridad o de sensatez o de rigor. Qué pena.