viernes, 19 de septiembre de 2008

Saludable juventud



Uno no se considera aún mayor. Vaya por delante esta afirmación. Próximo estoy a cumplir los treintaytodos. Aún no siento el aliento del primer cuadragésimo en el cogote. Pero casi. Los años se me escapan de entre los dedos como arena de Playa del Cenicero. Y sin embargo, cuando oigo hablar de la juventud, aún me siento parte principal e imprescindible. Créanme que lo digo con pleno convencimiento. Me siento joven y vanos serán los esfuerzos encaminados a convencerme de lo contrario. La edad madura se inventó para quienes siempre han deseado ser mayores, que no niños.
El sueño de nuestra cultura grecorromana es ser eternamente joven. Juventud es el tiempo de la vida que expresa la inmensa potencia del ser humano, y el instante en que más se observa la muerte en lontananza. Muerte no como estricto final de la vida, mas como caducidad de nuestras aptitudes, energías, constancias y esfuerzos. La infancia es frágil. La madurez es vulnerable. La juventud, empero, observa la vida como el lugar mítico donde todo, cualquier ilusión y cualquier sueño, está por llegar. Positivos y negativos también, que en esto la juventud es asimismo representante de las concepciones más trágicas.
Nada parece, por tanto, más extraño que un estudio sobre la salud y los jóvenes. Como el informe elaborado por el Observatorio Vasco de la Juventud. Como otros informes muy similares que se elaboran en otras Comunidades Autónomas. Todos ponen de manifiesto la enorme distancia que media entre percepción y vivencia. La juventud ha sido enseñada a percibir la importancia de estas cuestiones. Pero las vive de un modo muy diferente. Y es la sociedad misma quien impulsa a la juventud a ello. Cuando hablamos de drogas, de alcohol, aludimos continuamente, y de manera implícita, a los jóvenes. Cuando hablamos de servicios sanitarios, les expulsamos del debate. Ellos reaccionan abrumadoramente expresando en porcentajes lo bien o muy bien que se sienten, lo muy sanos que están.
Respecto al informe. Lo mejor es que le echen un vistazo. Amenizará los coloquios. Algunos datos han sido ya sagazmente extraídos por la prensa. Por ejemplo, la generalizada aceptación del alcohol y el cannabis. A quién puede extrañar. Basta con observar las rutinas. Y entender que han ido calando desde arriba. Hacia abajo. Despacito. Desde el Olimpo donde se ubican, a sí mismos, los mayores. Los mismos que hemos bebido y fumado cannabis. Y demasiado, porque el alcohol es una herencia que de mucho tiempo atrás nos acompaña, y muy pocos porretas maduros consideran sus porros como algo nocivo. Mejor me abstengo de moralejas. Prefiero pensar en esta juventud mía que atrás va quedando, y en esa madurez de médicos que me aguarda tras la siguiente vuelta del camino.