Uno de mis hermanos, el mayor, aparece en el
“Pásalo” de la ETB. Confieso que no le he visto jamás frente a las cámaras.
Pero lleva ya un tiempo exhibiendo su desparpajo ante los telespectadores. Le
gusta eso de la tele. Le gusta y mucho. Podría decirles que la cosa va en los
genes. Pero no es verdad. La cosa va de audacia.
Ya saben ustedes cómo me las gasto yo con la
tele. Nos odiamos con una profundidad desconocida. Por eso, habitualmente las
andanzas de mi hermano por los estudios de TV me traen sin cuidado. Pero no
siempre. Hace poco me espanté con una de sus ocurrencias. Resulta que le ha
dado por aparecer también en otra televisión autonómica. La valenciana, por más
señas, que ni de lejos alcanza los estándares de calidad de la ETB. En ella habla
y discute, sobre todo tipo de cuestiones, con Yola Berrocal, la bruja Lola y
Regina do Santos. Sí, oiga, sí. Han leído bien. Yo tampoco me lo creía.
Al principio, y a cuenta de ello, las risotadas
en nuestras reuniones familiares podían oírse en Pernambuco. Cómo ha de ser que
un ilustrado divulgador, escritor prolífico y enciclopédico, mida la capacidad
de sus meninges con gentes cuyo único mérito es haber protagonizado los asuntos
más casposos, lamentables y vergonzantes de nuestro reciente pasado mediático.
Andábamos en esta turbia discusión metidos, cuando
mi hermano suelta, en su defensa, la perogrullada de que Yola Berrocal es tan
ser humano como usted lo es y como yo lo soy. Casi se me cae la dentadura al
suelo. Que estamos hablando de salir en la tele. No de ir a comprar el pan. Que
esta tropa se caracteriza por su vulgaridad, su atrevimiento desvergonzado, su excentricidad
y su ignorancia. Pero no. Vivimos en un país relativista, muy relativista. Basta
con saber abrir la boca para que, de repente, a cualquier zafiedad se nos exija
responder con el respeto. Me aburre que el respeto siempre fluya en una sola dirección:
la de consentir los rebuznos ajenos.
Y oiga. Lo diré bien claro, pues estamos en
agosto. Lo de muchas teles ha sido y es descaro. Y del más elemental. Dicen
querer entretener y divertir. No es cierto. Buscan forrarse a espuertas. Aborrecen
de lo instructivo, de lo educativo, de los valores. Recurren sin vergüenza
alguna a lo chabacano, lo zafio, lo grosero, lo insultante. Por eso contratan a
la Yola y, cínicamente, la rodean de seriedad o de tipos que hablan con
solvencia, como mi hermano.
Pura patraña. Como al cerebro humano cualquier
alimento le sirve, y está visto que pagamos antes la basura que la inteligencia,
los de la tele, que son muy listos, nos alimentan con lo más simple y lo más
básico. Por eso emiten antipáticos espectáculos de mal gusto con millonarias
audiencias. Y por eso yo no veo la televisión. Y la Yola, que discuta con mi
hermano.