Se suele decir “ha surgido así" y otra justificación se
nos antoja filistea. Convendrán conmigo en que, aunque resulte complicado decidir
sobre un sentimiento, sí es lógico aceptar que tenemos capacidad de decidir sobre
las acciones que le siguen. Las emociones forman parte de un contexto cultural
y también se construyen socialmente. Que el amor haya sido inscrito lo
irracional hace que científicos y filósofos recelen de reflexionar a partir de
explicaciones alejadas de la psicología individual. Considerarlo como algo irracional
ha contribuido en mucho a unir amor y sufrimiento. El romanticismo, exaltando
la pasión amorosa y sus desdichas, da a entender que los goces que no producen
dolor son expresiones sin sentido.
En las antípodas de este pensamiento, Erich
Fromm expone que el amor es un arte y, como tal, una acción voluntaria que se
emprende y se aprende, no una pasión que se impone contra la voluntad de quien
lo vive. Proviene de Platón el mito de que existe una media naranja para cada
uno de nosotros. Que existe un “amor de mi vida”, una y sólo una persona a la
que podremos amar, que completa nuestra identidad y a quien reconocemos
inmediatamente apenas se cruce en nuestro camino. Este concepto se vincula con otro
mito que también ha llegado hasta nuestros días. El ciego y caprichoso Eros
hiere con sus flechas y enamora instantáneamente. Si el amor no surge a primera
vista, no podrá surgir más tarde. El flechazo hipnotiza y fascina con una
primera intuición ante la que se "cae" enamorado. En la mitología
griega no hay amores que surjan de otra manera. Como toda intuición, el
flechazo es falible y supone altas dosis de idealización. Confiar ciegamente en
una intuición expone a desencantos.
De una u otra manera, lo cierto es que la
experiencia amorosa es variada y rica. Algunos aman a fuego lento, serenamente.
Otros se apuntan al flechazo. El amor puede nacer con la necesidad o el
conocimiento, con la reflexión o la intuición, con el descubrimiento paulatino,
o el inmediato. Pero es sin duda la capacidad más asombrosa del ser humano y su
disposición a crear emociones y vivirlas.