viernes, 4 de agosto de 2017

Pedaleando

Por las mañanas salgo un par de horas a machacar las piernas por las carreteras de las Arribes del Duero. Da gusto pedalear a buen ritmo, en solitario, por estas tierras que tan bien conozco. Las carreteras secundarias siguen siendo, en muchos tramos, más caminos agujereados que firmes pavimentados, lo que ralentiza considerablemente la marcha. Pero los aromas del campo agostado, el silencio del sol o el silbo rumoroso del viento que orea encinas y robles compensan con creces los estragos del duro sillín y el dolor que acaba por atenazar las rodillas y gemelos al exigir más rendimiento.
Para mi satisfacción y seguridad, compruebo que este año los automóviles sí se apartan de mi bicicleta la distancia que marca la DGT. Las noticias han surtido un efecto benéfico para nosotros, los ciclistas. Aunque no todos actúan con idéntica prudencia: los vehículos más viejos, aquellos que se distinguen fácilmente porque sus matrículas comienzan aún con SA (de Salamanca) y que suelen ser conducidos por lugareños a quienes las normas de tráfico quedan muy lejos y las nuevas recomendaciones en la ignorancia, siguen acercándose a mi cuerpo cada vez que se topan con mis pedales en una recta o un rellano (en las curvas y rasantes guardan cierto alivioso miramiento).
En la huerta hemos arrancado los garbanzos, este verano menos productivos que el pasado, y aguardan las patatas para uno de estos días. Los tomates y pimientos muestran un aspecto fecundo y jugoso pese a las lluvias fuertes de julio, que detuvieron la maduración habitual de los productos de la huerta. Uno de los guindos se ha desgarrado de arriba abajo, no ha soportado el peso de su tronco escorzado, y las ramas de los ciruelos parecen un ejercicio de puntillismo de tanto fruto como pende de ellas.
Este año en casa se observa una felicidad casi primordial, pese a que alrededor el pueblo sigue su lento proceso hacia el olvido. Creo que es por el sol y el calor, que parecen más naturales y no efecto de un calentamiento planetario imposible de paliar. Mi madre sigue escuchando las noticias por la tele y parece galvanizar adecuadamente los positivos datos económicos. Cataluña, que espere.
Cuando lean esta columna estaré seguramente terminando mi pedaleo matutino. No tengo playa (tampoco me gusta) y me falta el verde guipuzcoano para sentirme como ustedes. Pero mis veranos son así, y me gustan. De campo y familia y bicicleta. Como un vertido continuo de sensaciones imprescindibles.