Hace unas semanas conversaba con una muchacha de 15 años
(ya ven) sobre las diferencias entre acracia y anarquía. Ella se declaraba
anárquica, seguramente siguiendo el pensamiento de algún muchacho que le hacía
tilín porque no tenía muy claro si anhelaba el caos o se oponía a
cualquier forma de gobierno. Yo me declaraba ácrata, partidario de la no gobernanza, del
acuerdo universal. Tanto me dio, las mentes juveniles de ahora manifiestan una
propensión preocupante a pensar en términos de, como máximo, 140 caracteres,
donde no hay cabida para la finura. Y me quejo de los escasos 2.450 que me
concede Diario Vasco para manifestar mi opinión sobre algo…
Hay un hecho crucial: la retórica pública es cada vez más
huera. En Princeton lo han demostrado científicamente, en términos de oratoria
política en el tiempo como función de la formación educativa. Concluyen que muy
poca gente comprendería, hoy en día, un discurso de Lincoln. Y no me extraña.
El populismo tiene éxito (y es algo arraigado en la praxis política de cualquier signo, digan lo
que digan) porque se esfuerza continuamente en borrar del acervo cultural toda
aproximación que considere elitista (en realidad, es cultivada). Lo que no me
queda tan claro es si esta estrategia responde a un intento por universalizar
la ignorancia o es que simplemente ellos son así de ignorantes.
Nunca fue tan incómodo lo intelectual. La historia del
pensamiento lo muestra con obstinación. Lo banal y “sencillo” (en realidad, lo
simple) triunfa, y donde primero triunfa es en la televisión, el lugar donde la
política ha fundamentado su conexión con el votante. Lo más irritante es que,
pensando de esta manera, el político cree haber conectado estupendamente con
ese votante al que considera tan infantil como posiblemente sea él. Han
promovido la simpleza y se quejan de la simpleza de la gente, olvidando que un
espectador puede ser simple, en sentido intelectual, ante un programa de
cocina, pero tiene sus propios mecanismos para establecer los caminos por los
que transitar por la vida. Asimilamos bien las ideas profundas cuando son bien explicadas
(grande fue Fuentes Quintana).
Saben ustedes que lo político me aburre, por su reiteración obstinada. Me
preocupa más lo de esos 140 caracteres que confeccionan los límites conocidos de
muchos universos. Ser populista en todos los contextos necesita menos de la
mitad de esos caracteres para propagarse. Y se propaga. Y por eso nos pasa lo
que tenemos. Que lo empiezan llamando anarquismo…