jueves, 28 de mayo de 2015

Lo que votan en mi pueblo

En mi pueblo, esa pequeñez remota en el tiempo y el espacio, vive gente cuya inquietud se reduce a contemplar el paso de las estaciones y comprobar si la recolección de los cultivos, proporcionados por tan escasamente feraces tierras, satisface lo que de ellos esperaban. El principal medio de comunicación es la televisión. Poca radio. Ningún periódico. Los únicos temas son el precio de los corderos, que la médica pase consulta el martes, y las pensiones. Todo lo demás son cosas de la ciudad que allí no llegan. La crisis en mi pueblo continúa siendo un asunto lejano pese a que afecta a ciertas familias cuyos hijos, mocedades que jamás darán reemplazo a sus progenitores, habiendo hecho carrera en Salamanca o en Zamora, conviven en la casa familiar sin hallar trabajo ni querer trabajar tampoco las tierras o el ganado: una modalidad alternativa a los ni-ni de las urbes.

En mi pueblo se vota de un modo muy distinto a las ciudades. La gente es muy mayor y solo les preocupa que les curen las dolencias y les paguen la pensión a final de mes. Han sido unos contumaces defraudadores de la Seguridad Social y se las saben todas. Hasta que se implantó la receta electrónica, los mayores sacaban gratis los medicamentos de toda la familia. Dejaron de hacerlo cuando no dispusieron de esa oportunidad. Y en cuanto a las pensiones, por escasas que sean, les vale con tal de que nadie vaya a incordiarles por tener unas vacas y unas ovejas o seguir arando las tierras: son jubilados, cierto, pero no por eso van a dejar de trabajar. En todo caso, lo harán cuando ellos quieran, no cuando les obliguen.

Todo lo anterior explica que, en mi pueblo, se vote siempre a PP o PSOE. Alguno había antes que votaba al partido comunista, supongo que por nostalgia romántica y residuo sentimental de la lucha de clases, pero tal especie rural o se ha extinguido (y reposa en el nutrido camposanto) o ha mutado en cualquiera de las dos opciones mayoritarias. ¿Por qué? Porque es mejor votar a los que siempre han mandado, no sea que las cosas cambien demasiado y se acabe por joder todo el invento, con perdón. Y es un invento que funciona, como así constatan cada vez que acuden a la médica o ven el ingreso de la pensión. Revoluciones, las justas. En los pueblos solo hay paz y lentitud.

Lo que ha pasado en Madrid, en Barcelona, Valencia o Zaragoza, jamás ocurrirá en mi pueblo. Rajoy tiene asegurados allí esos pocos votos, quizá los únicos que realmente se merece.