viernes, 6 de marzo de 2015

Linchamientos a patadas

El joven de Talavera que hace caer de una patada a una chica (asunto visto por miles de personas en internet y en la tele) no es sino uno más de los muchos tontos que en el mundo hay, esos que emergen con estrépito tras beber demasiado, o quizá suceda que beben demasiado para luego poder hacer gamberradas tan estrepitosas como esa. En cualquier caso, él es un tonto integral que acaba de conseguir ser famoso en Google, con nombre y apellidos.

La consecuencia primera del famoseo adquirido de manera tan innoble como vergonzosa es el “escrache” al que se ha visto sometido desde entonces, por denominar de alguna forma a esa especie de linchamiento digital que están practicando muchos al infortunado tontaina. Claro que no es el único caso: los hay a cientos. Y a miles. Y a millares. Un ejemplo: hace unos días un twittero que osó criticar (no muy consideradamente) las ayudas a enfermos de Hepatitis C, se vio bombardeado por más de 50.000 insultadores contumaces sin ánimo alguno de debate. Todo esto viene explicado si atendemos que el mundo de las redes sociales no es solo el del intercambio de información u opiniones: es también el mundo donde anidan las turbas encolerizadas, justicieras, ávidas de venganza, que se azuza con el más leve comentario (no solo mediante agresiones volcadas en YouTube) con una dialéctica que se basa solo en la invectiva y el improperio (a veces revestida de pseudo-intelectualidad), que se excita y vigoriza hasta arrasar por exceso cualquier signo de civismo. La patada del tonto de Talavera debiera haber concluido en una multa y petición de perdón a la agredida, nunca en algo tan vulgar y ramplón como amenazas de horca sin soga.

Las masas vociferan porque, individualmente, son miedosas (uno solo difícilmente se atreve a alzar la voz por temor a ser ignorado o a ser objeto de una réplica mucho más ácida) o carecen de argumento sólido y convincente (salvo que uno se declare versado sofista). Además, en internet sucede algo curioso: las masas gritan al unísono creyendo estar haciéndolo individualmente. Quien criticó las medidas sobre la Hepatitis C encontró en su buzón tres mensajes dialogantes de cincuenta mil: el 0,006% de los remitentes. Si esto fuese una base sociológica contrastada, uno concluiría que en España solo hay 275.000 personas dialogantes y el resto, vocingleros mediocres y fanáticos.

Quedo expectante por ver en qué derivan los comportamientos de internet (alguno he sufrido en mis propias carnes). ¿Seremos capaces de acotar la irracionalidad y el relativismo? ¿O derivarán estas hacia un estado anárquico al margen de las leyes y las convenciones rousseaunianas? No lo sé, no estoy seguro de lo primero, quizá ya vivamos inmersos en lo segundo.