viernes, 11 de noviembre de 2011

Malandrines

Nos asedian los malandrines por todas partes. En eso no somos peninsulares, sino insulares. En realidad es asedio no porque se trate de acorralarnos a cualquiera de nosotros a base de ruindades y bellaquerías varias. Para estos menesteres somos insignificantes, admitámoslo, que las bribonadas tienen las miras puestas en objetivos más suculentos. El asedio viene del conocimiento público de sus andanzas, que acaban siempre molestándonos para mayor vergüenza ajena (estos truhanes tienen muy poca). Manda narices que en esta sociedad nuestra de la democracia, las libertades, el desarrollo, las finanzas y los partidos de fútbol de a diario siempre acabe saltando la liebre agazapada de las corruptelas.

Ya, ya lo sé. No me la recuerde, conozco bien la teoría ésa de la presunción de inocencia. Como también me conozco ya la casuística que evidencia que nunca falta un prohombre que, con los justos miramientos, guste de dar tamaña mordida al saco de los dineros ajenos. Con presunciones o sin ellas, cierto es que nos dejan a los demás con una cara de tonto que espanta y siempre la misma porque, se quiera o no, nos vamos acostumbrando a poner una sola cara en vez de muchas distintas por muchos que ellos acaben siendo, los malandrines, siempre diferentes de una vez a otra, como si esperasen turno pacientemente. ¿De dónde salen tantos, que no acaban nunca? ¿Se compran al peso los malandrines en el mercado? ¿Se subastan en las lonjas de pescado o en las bolsas de valores? 

Los de ahora tienen, además, unos vuelos muy solemnes, que en las páginas de los diarios aparecen día sí y día también un ministro de esos inconcebibles en otros tiempos (presunto inocente, no lo olvido), y un miembro de la Familia Real a quien parece no haberle bastado el buen negocio de casarse con quien se casó, y es que esto del amor tiene su aquel (también presunto inocente, claro). Si no le molesta que se lo diga, caro lector, yo a los malandrines los prefiero un poco menos importantes: un hermano, un banquero, un segurata… Y si han de ser de alta alcurnia, al menos que vengan de uno en uno, que esto de pensar mal del Gobierno y la Corona al mismo tiempo tiene un no sé qué de espeluznante. 

Pero, qué quiere que le diga, en sinceridad. Con la que está cayendo ahí fuera, y la que se avecina el próximo año, casi no tengo ya ni tiempo de enfadarme con estos indecorosos malandrines que tan supuestamente se proclaman inocentes desde sus silencios de oro y paño.