viernes, 4 de diciembre de 2009

Leyes vacías

Lo dijo, hace ya muchos años, alguien de esta tierra: cuando un gobierno carece de ideas, inventa leyes. Muchas leyes, cuantas más, mejor. Solamente así puede dar aspecto de saber lo que está haciendo. Solamente así, creando leyes inservibles, inútiles, irreflexivas, grandilocuentes y fatuas, puede dar a entender que trabaja mucho. Pero el meollo, la enjundia, la sustancia de esas nuevas leyes escrituradas, no deja de ser un aguachirle insustancial que a parte alguna conduce.
Descargue usted, por favor, el documento sobre economía sostenible. Es un anteproyecto de ley de lectura divertida, si se da la circunstancia de que usted aún conserva algo de humor en el cuerpo. Entonces se preguntará: ¿en esto pierden el tiempo nuestros gobernantes? ¿En asentar las bases de las décadas venideras cuando ni siquiera son capaces de acertar con los problemas de la semana en que vivimos? ¿En hablarnos de respeto a los recursos del mañana, cuando el Estado está socavando hoy un agujero estructural del orden de cuatro planes E y miles de millones de euros en subsidios?
Menuda tomadura de pelo telegénica, televisiva, teleñeca. Yo lo tengo claro. El Gobierno sabe que lo tiene todo perdido. Que no puede hacer sino engancharse al furgón de cola del tren de la recuperación europea, ése que parte de otra estación hacia un futuro desconocido. Por eso inventa patrañas como la economía sostenible, y se permite decir (como ha dicho esta semana, sin ir más lejos, a causa de las cifras del paro) lo contrario a lo que venía diciendo hasta ahora. Y lo peor no es eso, está por venir. Azorado y disperso, el Gobierno se aferrará a rimbombancias sentenciosas más propias de iluminados que de gobernantes.
Y no se engañen. No tienen ni idea. Se sientan en el consejo de ministros los más perfectos incapaces que la democracia reciente haya podido parir. Nos rigen gentes que no saben resolver un asunto de piratas, ni tampoco promover medidas que relancen nuestra economía siquiera un poco, ni mantener cohesionado el Estado en lo fundamental (y lo fundamental es lo económico, no lo político), ni dejar de azuzar a la gente con temas vacuos que sólo promueven la polémica. Al contrario. Son gentes que no dejan de gritar y de chillar y de soltar la primera necedad que se les ocurre. Por eso traen bajo el brazo un anteproyecto de ley que yo, con permiso de ustedes, usaré para envolver los embutidos cuando desgrasen. Porque no sirve para absolutamente nada más.