Lo dijo, hace ya muchos años, alguien de esta tierra:
cuando un gobierno carece de ideas, inventa leyes. Muchas leyes, cuantas más,
mejor. Solamente así puede dar aspecto de saber lo que está haciendo. Solamente
así, creando leyes inservibles, inútiles, irreflexivas, grandilocuentes y
fatuas, puede dar a entender que trabaja mucho. Pero el meollo, la enjundia, la
sustancia de esas nuevas leyes escrituradas, no deja de ser un aguachirle
insustancial que a parte alguna conduce.
Descargue usted, por favor, el documento sobre economía
sostenible. Es un anteproyecto de ley de lectura divertida, si se da la
circunstancia de que usted aún conserva algo de humor en el cuerpo. Entonces se
preguntará: ¿en esto pierden el tiempo nuestros gobernantes? ¿En asentar las
bases de las décadas venideras cuando ni siquiera son capaces de acertar con
los problemas de la semana en que vivimos? ¿En hablarnos de respeto a los
recursos del mañana, cuando el Estado está socavando hoy un agujero estructural
del orden de cuatro planes E y miles de millones de euros en subsidios?
Menuda tomadura de pelo telegénica, televisiva, teleñeca. Yo
lo tengo claro. El Gobierno sabe que lo tiene todo perdido. Que no puede hacer sino
engancharse al furgón de cola del tren de la recuperación europea, ése que
parte de otra estación hacia un futuro desconocido. Por eso inventa patrañas
como la economía sostenible, y se permite decir (como ha dicho esta semana, sin
ir más lejos, a causa de las cifras del paro) lo contrario a lo que venía
diciendo hasta ahora. Y lo peor no es eso, está por venir. Azorado y disperso,
el Gobierno se aferrará a rimbombancias sentenciosas más propias de iluminados que
de gobernantes.
Y no se engañen. No tienen ni idea. Se sientan
en el consejo de ministros los más perfectos incapaces que la democracia
reciente haya podido parir. Nos rigen gentes que no saben resolver un asunto de
piratas, ni tampoco promover medidas que relancen nuestra economía siquiera un
poco, ni mantener cohesionado el Estado en lo fundamental (y lo fundamental es
lo económico, no lo político), ni dejar de azuzar a la gente con temas vacuos
que sólo promueven la polémica. Al contrario. Son gentes que no dejan de gritar
y de chillar y de soltar la primera necedad que se les ocurre. Por eso traen
bajo el brazo un anteproyecto de ley que yo, con permiso de ustedes, usaré para
envolver los embutidos cuando desgrasen. Porque no sirve para absolutamente
nada más.