Ahora toca frivolizar con esto de la crisis. Una crisis
que, dicen los expertos, es muy compleja. Cuando en realidad es bastante
sencilla de entender. Me remito a una columna que escribí a primeros de
octubre. Digo esto por contextualizar, que se dice ahora.
Decía que toca airear frivolidades. Como en el Financial
Times, donde publican una noticia de la que ya casi todos hablan. Me refiero,
claro está, a esa extraña puntuación de ministros de economía de la zona euro.
Donde tan mal parado sale nuestro entrañable Solbes. Digo nuestro, aunque
últimamente parezca el enemigo. Y digo entrañable, aunque últimamente tenga
cara de asco. Pero oiga, es el nuestro. España, de momento, se escribe por ahí
fuera con una única palabra. Y decrépito, enemistado, o apagado, sigue siendo el
nuestro.
Supongo que conviene salir en su defensa. ¿Por qué no? No vamos
a dejarnos intimidar por ese periodicucho que, pásmese, ha situado en cabeza a
un jovenzazo aprendiz de ministro de economía. Solamente 37 años que tiene el
encumbrado, oiga. Y es de Finlandia. Pues que se ande con ojo, que a esa edad
yo me las tuve que ver con ciertas brujerías y no fue sino hasta hace poco que
pude, finalmente, reír a mandíbula batiente. Digo yo que ser ministro de
finanzas en un país tan moderno y próspero, donde hace un frío de aúpa, es más
fácil que a orillas del Mare Nostrum. Allí las crisis han de afectarles,
forzosamente, poco. A poco que les suban el carburante, se mueren todos de frío
en invierno.
Por eso, pienso, que de tener algún mérito el niñato ése de
Finlandia, no es otro que haber conseguido que allá interiorizasen bien lo del
euro. Si recuerdan, fue éste el motivo de la bronca que nos largó una buena
tarde el entrañablemente apagado Solbes, cuando aún no daba cabezadas queriendo
sestear esta crisis. Si le hubiésemos hecho más caso, no tendríamos ahora tanto
paro, ni gritaríamos contra los neocons, ni le tendríamos miedo a la hipoteca,
ni se reunirían los presidentes G20+ZP a enseñarnos lo que hubo de ser el
capitalismo y nunca fue. De haberle hecho caso a Solbes, de no soltar esas
propinas escandalosas, usted y yo y el otro podríamos enorgullecernos ahora de
ministro de economía.
Todos, sí, menos los banqueros. Esos tipos que se fueron a
decirle a ZP que no se les puede dejar solos. Que necesitan vigilancia. Que les
controlemos porque si no ya saben lo que pasa: se cargan la economía planetaria
de un plumazo. Que a ellos les va eso de un sopapo a tiempo. Pobres. Luego,
para consolar su llanto, va nuestro apagado ministro y les inyecta
chorrocientos millones de euros para que a usted, como a mí, sigan negándonos
un préstamo. Ya les vale. Y Solbes, bostezando, apagado por la noche eterna de
Finlandia.