jueves, 20 de marzo de 2008

La muerte de Dios

Tal vez, la realidad de quien sacamos en procesión estos días sea muy poco de su agrado. Porque si es creyente y profesa fe en Dios y se declara cristiano, no le gustará saber que, tal vez, ese Jesús de Nazaret no fue sino un tipo que originó disturbios en el templo de Jerusalén, al que los romanos apresaron, crucificaron, y tras morir, lo dejaron en la cruz hasta que su cuerpo cayó al suelo y fue devorado por los perros. No se ofenda por ello. Muchos cristólogos creen que alguien en la Judea ocupada, antes de la destrucción de Jerusalén por los romanos, creó el mito. Y por eso usted cree en un ser que nace de una virgen un 25 de diciembre. Cuyo padre terrenal era carpintero. Cuyo nacimiento fue señalado por una estrella de oriente. Que hizo milagros y maravillas, resucitando a los muertos y sanando leprosos. Que murió en una cruz con clavos en sus pies. Que resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo. Que tenía doce seguidores y fue traicionado por uno de ellos. Que se le llamaba “el buen pastor". Que fue considerado el Redentor, y segunda persona de la Trinidad. Que proclamó la Resurrección. Al que sus discípulos dieron el título de Jezeus. Pero no hablo de Jesucristo. Sino de Krishna, un mito de la India milenaria que le precede en al menos 1400 años.

Fue mi admirado Félix Ares, compañero mío de tantos sinsabores compartidos en Miramón, quien me recordó las claves de los bastantes dioses o semidioses cuya historia parece copiada de la de Jesús de Nazaret. Osiris en Egipto. Dionisio, capaz de convertir el agua en vino. Mitra, en Persia, cuyos seguidores comían pan y tomaban vino para honrarlo pues había muerto por los pecados del hombre. Attis en Turquía. Fu-ji, en la antigua cultura china, nacido de una virgen llamada Hoa-Tse. Y, por supuesto, Krishna. Todos ellos antecesores de Jesús de Nazaret. Alguien, anónimo, creó un mito, en la Palestina romana. Y luego Pablo creó una Iglesia mistérica que ha regido el mundo hasta hoy. Incluso hoy.

Pero, ¿sabe lo que más debería preocupar al creyente actual? Que no muere Dios por esclarecer las incógnitas de Jesucristo. Incluso sin despojarle del mito que le rodea, Dios muere cada día. La religión ya no instruye al hombre acerca de su origen. El mundo moderno bebe, aun sin advertirlo, de la ciencia y, en menor medida, de la filosofía. Ya no es capaz de proveer un código completo de reglas morales de conducta. El modernismo está rompiendo todos los enlaces entre bondades y maldades. La religión ya no proporciona una solución a los problemas sociales con los que se confronta la humanidad. Y lo único que debería convencer para que tengamos una religión, decir qué le ocurre al hombre después de su muerte, cada día importa menos.