viernes, 7 de agosto de 2015

Carreteras nuevas

Han pasado lo menos veinte años desde la última vez que recorriese en bicicleta las Arribes del Duero. Entonces aún no habían declarado a estas tierras Parque Natural y resultaba infrecuente toparse en pleno recorrido con la cantidad de aguiluchos, milanos, buitres, azores y demás especies aviarias que pueblan hoy día los montes y campos. El asfalto por el que entonces transitaban los vehículos estaba repleto de baches y socavones, de estrecheces y curvas maliciosas, siempre discurriendo pegado al río Uces y a cualquier vuelta de los picones donde anidan el jabalí, la liebre, las perdices o el lobo. Pedalear no era el deporte suave que es ahora. En muchos de estos kilómetros rompí una cantidad apreciable de radios entre frenazos y rugosidades viarias. Ahora, en cambio, los primeros kilómetros de descenso al barranco del río permiten enganchar largos desarrollos y bajar a tumba abierta sin ningún peligro. En cambio, los ascensos y puertos, de los que hay buen número, siguen siendo igual de exigentes y reventadores a pesar de las suavidades asfálticas. He de confesar que volví a casa con las piernas endurecidas como troncones de roble.

En mi periplo encontré que las diferentes localidades de la Ribera se han clonado unas con otras, todas ellas exhibiendo empacho de casas rurales y restaurantes de carnes a la brasa. En esto se han convertido los antaño agropecuarios pueblos. En su mayoría mostraban escasa clientela: imagino que el atractivo de las Arribes no puede parangonarse al del Mediterráneo por mucho que las autoridades se empeñen en iluminar estos campos rocosos del cañón del Duero en el nuevo destino predilecto del turismo de interior. Podría matizar el discurso oficial reseñando que estos parajes son apetecibles para una escapada corta donde uno no debe dejarse más cuartos de los imprescindibles. Lo que no me explico es cómo siendo esta una tierra pecorina no se ha explotado mucho más la industria gastronómica... ¿Falta de emprendimiento? ¿de convicción? Acaso subsista la extendida creencia de que el turismo, dondequiera que se mire, lo resuelve todo.

En estas largas rutas ciclistas que este año voy realizando, me encuentro con muy pocos ciclistas jóvenes. ¿Acaso se quedan los jóvenes en la cama? Pubs y discotecas subsisten por el dinero que ganan los padres ordeñando unas ovejas que ellos ni desean mirar. Permanecen recluidos en casa. El índice de paro juvenil es del 60%. Las ganas de cambiarlo, casi nulas.