viernes, 24 de abril de 2015

La repera

Que un conspicuo mandamás hable de “la repera patatera” en relación a secretos casos de contribuyentes en boca de todos (aunque de momento solo se sepa lo de Rato), es una prueba más de la desasosegante llaneza que actualmente parece anidar en los más egregios despachos administrativos y gubernamentales (hago esta separación por aquello de que la Agencia Tributaria no depende del gobierno: ¡ja!). ¿Se creen nuestros próceres más “cool” por emplear expresiones tan desafortunadas? Uno entiende que la reoca haya pasado de moda, pero ese batiburrillo coloquial se me antoja asaz desafortunado en sede parlamentaria.
Hacía mucho que no escuchaba yo lo de “patatero”. De hecho, creo que la última vez fue, realmente, como una divertida mutación: “cero zapatero”. Eran los tiempos (hoy despreciados) del “buenismo” y las alianzas civilizadoras de don José Luis, cuando el tren marchaba a toda máquina sin que nadie observase que las vías se hallaban destrozadas un poco más adelante (no hay más ciego que quien no quiere ver, que dice el refrán popular). Tampoco sé muy bien lo que quiso decir el señor Menéndez: le asociaba yo a ese palabro un sentido presumiblemente distinto al que trató de transmitir. Pero fuese así o de otro modo, la única certeza que obtengo sobre todos estos edecanes de la cosa pública es lo mucho que les gustaría largar cual cotorras lo que callan no por convicción, sino porque les obliga la ley.
“Ay, si yo pudiera contar y tú escuchases”, parecía señalar el jefe de la poderosa Agencia Tributaria. “Ay, qué ganas de decírtelo todo y no puedo”, se lamentaba el alto prócer cuando, realmente, estaba exclamando “chincha y rabia, que yo sí lo tengo todo y tú no”. Pues chincha tú, y rabia tú, que decíamos en mis años infantiles, tan luengos atrás en la distancia. Es absurdamente contraproducente alimentar la saña del ciudadano, o la ambición de los medios por desvelar (¿con qué método?) el contenido de la dichosa lista secreta. Lo único que puede lograr es que, los de a pie, desconfiemos aún más de un organismo que debiera permanecer por encima de las intrigas palaciegas de sus gerifaltes.
Para acabar: lo de Rato. Qué quiere que le diga: esas cosas no deberían hacerse así. Es mi opinión. En particular me tiene espeluznado el tan traído cogotazo. ¿A eso se dedica ahora la policía, a emular chulescamente a las series yanquis donde los maderos agachan la cabeza de los malos cuando los meten esposados en el coche patrulla?