viernes, 18 de enero de 2013

Coches y motos

En efecto, hoy no pienso hablar de la crisis, la corrupción o las declaraciones de la consejera Tapia sobre el fracking (cosa que seguramente haga la próxima semana). La razón es que hoy cumplo 44 años y me apetecía escribir una de esas columnas ligeras, más por divertimento propio que por atención al lector.

Uno de los recientes cambios en mis costumbres, y que más extraña a unos y otros, es haberme vuelto motero y que use la moto a diario. ¡Te vas a matar!, comentan. ¡Que el chasis eres tú!, dicen casi todos. Pero el menda, erre que erre, así caigan chuzos de punta o se congelen las aguas de los charcos, en moto cada día, salvo providencial nevada o catarrazo de impresión (eso de estornudar dentro del casco no es muy agradable). Por este motivo tengo muy asumidas las distancias existentes entre desplazarse en moto y en coche.

Antes que nada, con moto me refiero a una moto, no a un escúter. La moto tiene marchas y se cabalga, uno usa el freno motor y la cintura a la hora de maniobrar. El escúter es una camilla con faldillas (le falta el brasero, aunque no sé yo…) en la que uno se sienta como en un sofá, el motor queda debajo del culo (con perdón), no hay marchas y todo depende de los frenos y de las rueditas que, por su tamaño, convierten a ese chisme en un ratoncito capaz de hacer de todo entre el tráfico (y casi todo peligroso).

Yendo en moto soy capaz de abroncar a una docena larga de conductores por trayecto, sobre todo por las mañanas. Y no por el obvio desuso de los embellecedores que todos ponen al coche (dícese, intermitentes y retrovisores: luego dicen que no nos ven llegar… ¿Cómo iban a vernos si no saben cómo hacerlo?), sino por la enorme desatención que prestan al tráfico. Usan el móvil, leen en la Tablet, se pintan, se hurgan la nariz, encienden un cigarrillo, miran lo que pasa en el carril contrario, bostezan, sintonizan la radio… de todo menos estar en lo que hay que estar: atentos al asfalto (como sí hacemos los moteros, pues no nos queda otra).

La próxima vez que se encuentre con una moto, y no la haya visto, recuerde que la moto sí le ha visto a usted y que lo único que espera de su conducción es que, con independencia de la causa de despiste que elija para esa situación, se mantenga razonablemente en su carril. El resto, déjeselo al motero. Que la caja de pino, ese freno final que nos espera a todos por el mero hecho de ir cumpliendo años, nunca lleve el sello de su coche estampado en ella.