viernes, 18 de febrero de 2011

Vaya tropa

Tomo café mientras hojeo un periódico. Abre su portada con las sinvergonzonerías de vía estrecha del tal Berlusconi, ese hombre todopoderoso al que los italianos en privado envidian y en público votan. Si avanzo las páginas me encuentro con todo el tinglado magrebí (qué maravilla de asunto, huele a libertad por todas partes) y la triste figura de Obama, premio Nobel de la Paz, al que ya no recuerdo como presidente del país más poderoso del mundo y de quien casi ni quiero recordar su célebre “Yes, we can” porque el caldo de las borrajas nunca fue de mi agrado. 

Las páginas de los asuntos nacionales son aún más indignantes y deprimentes. Aquí ninguno de nuestros prebostes se ha enterado de nada todavía, pero todos nos hemos convencido hace ya mucho tiempo de la inutilidad de cuanto hacen, dicen o piensan. ¿Pensar? ¿Se llama pensar a las barruntadas de medio pelo de una dizque ministra, oprobio continuado a la inteligencia, acerca del tabaco humeante sobre las tablas de un teatro? ¿O a la chulesca prepotencia de quien dícese defender la cultura, cuando en verdad no se conoce de ella otra cosa que los millones que destina a quienes con infatigable ceguera se dedican a filmar cosas que no interesan? Bueno, al menos esta gente sale en la prensa, porque los demás están ministrando no se sabe muy bien el qué. No puede decirse que vivamos bien gobernados precisamente: ahí están las subidas de la luz, el vagabundeo financiero, la risotada nuclear, la podredumbre económica, el mercachifle de las pensiones, los trajes del otro, los impuestos incesantes, el cachondeo del déficit y la deuda y el BdE. Resumiendo: las evidencias de un desgobierno tan metido en los tuétanos de nuestro país que ya ni espanto causa: sólo enfado.

Menos mal que aún nos queda el fútbol. ¡Y la tele! ¿Adónde iríamos sin nuestras dosis necesarias de drogadicción y planicie encefalográfica? ¿Cómo vamos a prosperar si no es con la anuencia de los puntales clave de nuestra civilización, léase chismorreo y forofismo? Total, si esto ya no hay quien lo arregle, dirijámonos más audaz, rápida y estúpidamente hacia el precipicio donde quedará sepultada toda la deshonra decadente que nos narcotiza. 

Porque, sinceramente, ¿acaso queda alguien en quien creer? Desde luego no entre esta tropa: ¡vaya tropa!. Si nos la hubiesen regalado al menos tendría un pase. Pero no, por lamentable que parezca, fuimos nosotros quienes la encumbramos a lo más alto de su incompetencia.