Hoy me arriesgo. Hoy, viernes, quiero protestar con la mirada puesta en motivaciones claras, concretas, personales, identificadas, numerables. Hoy no me apetece formular reflexiones de quejas vagorosas hacia lo político o lo económico, por todos bien conocidas. Hoy, viernes, lo que me apetece es enunciar una serie de reclamaciones que considero razonables.
Por ejemplo, quiero que regrese CNN+, o algo parecido; y que desaparezca el bodrio insustancial de Gran Hermano 24, o como se llame. Y que los estudiantes aprendan más literatura universal, más filosofía, matemáticas, y geografía e historia, que me tiene cansado que se ignore a qué periodo pertenece Voltaire o dónde se encuentra el río Po. Por este motivo no puedo dejar de pedir que se solucione la penosa situación cultural que asola a prácticamente toda la sociedad, que arranca en la porquería de educación que obligan a impartir en las escuelas y continúa en la indolencia extenuante de quienes deberían velar por la cultura: por eso, pido que, por ejemplo, cada vez que se emita un partido de fútbol en la tele, se emita también una obra de teatro, una ópera o un concierto. Que se haga algo, leñe, y con cabeza.
Pero también quiero cosas epigónicas, por solidaridad con quienes estos días luchan por vencer las dictaduras, que los esfuerzos por perseguir la democracia y la libertad son siempre bienvenidos: y por eso pido que se deje de hablar de la preocupante situación de Túnez o Egipto, porque demuestra la falsedad de las convicciones de nuestros mandamases, cuya mediocridad parece hasta que les impide ver el empeño de los pueblos por zafarse de la dictadura y la pobreza (manda huevos, que diría el otro).
Y quiero que dejen de reformar a la baja las pensiones, algo en lo que estamos mayoritariamente en desacuerdo los ciudadanos: esto de gobernar en contra de la voluntad del pueblo, ¿qué tiene de democrático? Ni sé por qué luego me sorprendo de su inquietud ante las revueltas árabes.
Y como puedo tener opinión, pero respeto las contrarias, quiero que se revise el acuerdo sobre la ley Sinde, porque fracasará sin duda y porque últimamente se vienen diciendo cosas muy razonables por quienes hasta ahora sólo contemplaban una de las dos orillas del río, señal inequívoca de que puede alcanzarse un acuerdo satisfactorio y ceñido a la realidad del asunto.
Quiero muchas más cosas. Pero no caben en esta estrecha columna. Y díganme: ¿les parecen tonterías las cosas que quiero?