viernes, 25 de febrero de 2011

Nauseabundo

Ya lo percibíamos desde hace muchos años. Pero aparentábamos saber convivir con la náusea. Dije la semana pasada que los sucesos del Magreb olían a libertad por los cuatro costados. Hoy debo corregir mi afirmación y expresar sin asomo de duda que, en Libia, ese olor a libertad que exuda el pueblo cuando lucha contra su dictador, está amargamente impregnado de los miasmas nauseabundos de las fosas comunes. 

¿Y saben lo peor? Que la tibieza con que Europa responde a la situación en Libia, donde hay petróleo abundante en el subsuelo y proliferan los intereses, es despreciable. Al menos desde mi punto de vista. En defensa del modo en que se vienen articulando las proclamas gubernamentales, hay quienes opinan que las injerencias en cuestiones de otros estados no son bienvenidas. A mí, en cambio, me espanta pensar que Gadafi pueda terminar matando a todo el pueblo sublevado frente al desconcierto, la mudez y la inacción de una sociedad, la nuestra, que se considera a sí misma avanzada y democrática. Joder: no puede ser tan democrático ver cómo ese beduino tiránico y vesánico (como todos los orates iluminados) masacra a su pueblo. ¿Hemos de resignarnos los ciudadanos solamente porque la Historia reciente de Europa parezca preñada de tardanzas tan inhumanas como incomprensibles? 

No merecemos a estos representantes tan flojos, tan obcecados, tan inanes, incapaces de levantar la voz siquiera un poco más de la cuenta ante el clarividente alzamiento del pueblo contra la tiranía. Me repugna ver cómo desde las cancillerías se miden milimétricamente las palabras, los puntos y las comas, que nadie se atreva a enviar audazmente fuerzas de paz (la OTAN, seamos claros) con el único objetivo de ayudar a esa gente que está muriendo sin piedad ni defensa alguna a manos de la represión sanguinaria de ese loco al que deberíamos escupir. Imagino que algunos de los que hoy se escudan en sus tibias palabras, mañana, cuando el petróleo libio cambie de manos, irrumpirán con aireadas condenas y encendidos llamamientos por la paz y la dignidad humana. 

Libia acabará echando al averno a ese loco feroz que tan buen rollito se traía con los gobiernos europeos, el nuestro inclusive. Pero dudo bastante que Libia olvide que, cierta vez, Europa, el continente hacia el que miran los que menos pueden, no supo estar en su sitio cuando ellos morían en aras de esa libertad que nosotros decimos disfrutar y defender a toda costa. A ninguna costa, diría yo.