viernes, 20 de mayo de 2022

Piolines y mangantes

Pápensele duelos, nuestro indocto Presidente está muerto en política y rebufa. Ha de ser calvario saberse tan lindo y estupendo como abucheado por doquiera vaya, salvo en su tele. Tiempo ha que dejó de preguntarse el porqué, estoy convencido. Le hubiese otorgado un plus de penosidad por aquello de no poder salir de su encierro monclovita si no fuera que los penosos somos, en realidad, nosotros. Cuando se avizora el derrumbo, y uno se empeña en empujarse más y más adentro, los monteros tañen de occisa y eso se escucha nítidamente. Aquí monteros somos todos los extrañados por las mañas de tan ufano trilero de la política: quiero pensar en una inmensa mayoría, incluidos no pocos adeptos que hasta ayer mismo respaldaban sus magras ocurrencias porque salta a la vista que no tiene idea de nada, salvo de resistencia, cuyo manual se lo escribió una agradecida, y que todo su predicamento consiste en prolongar su orgullo y nuestra lastimosa agonía. La jactancia será nuestra cuando por fin le embista el desenlace. Mas por ahora el muerto está muy vivo, aunque cada vez menos. Los galenos que le suministran ceratos lo auscultan tanto como revientan. Diría que más lo revientan, y con él a todos nosotros, pero el tipo aguanta, para amargura nuestra, con los paliativos. Como puede, pero aguanta. No le queda otra: en ello le va el falcón, así se vacíen las cámaras del tesoro. Sé bien lo que nos queda a los demás, pero al interfecto se la refanfinfla. Como experimento de la democracia, este gobierno (sin mayúscula) no tiene precio: la descomposición del Estado atómico hasta dejarlo en quarks, arriba o abajo, en manos de mercachifles que se saben solo nacionalidad, como si tal concepto significara algo cierto. Será que la globalización no logrará jamás superar los nacionalismos. Quizá algún día en el incierto futuro, pero de momento con tan cavernoso monclovita la decadencia más que asegurada resulta irremediable. Y ahí radica el temor. No en las bobadas reglamentarias de la ministra coyundada, trampantojo que de fútil espanta, ni en el lío pegasiano, distracción de prestidigitador, sino en la imparable disección del Reino que a unos pocos tiene bailando y a otros muchos abucheando. Y aún queda año y medio, mon dieu! Normal que el insignific… que el insigne tache de mangantes a los unos (llegó finalmente lo populista arriba del todo) y de piolines a los otros, sus agentes de la ley. ¿Qué ley? Está por encima de leyes y reyes: su egregia figura, tan mediocre, lleva a Macbeth por sirviente.


Nota: Al parecer, en la redacción de Diario Vasco esta columna levantó más de una ampolla.